Blog Capítulo 15 (Uruguayilandia)

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Blog – Viaje en moto por América

David Pueyo – Contacta

¡Bienvenid@! Si te gustan las historias que hablan sobre aventuras y viajes en moto te presento este relato, aderezado con una dosis de realismo y surrealismo compartido, ficción y mucha sátira. Un blog peculiar que resume un viaje en moto de 2 años por todo el continente americano, 18 países recorridos y un hilo conductor que narra la relación entre el binomio hombre-moto.

 

CAPITULO 15 (Uruguayilandia)

En el centro-este de Sudamérica se encuentra Uruguay, estado que parece más un testículo colgante de Brasil que un país en sí mismo. Esto último desde un punto de vista geográfico y sin ánimo de ofender, claro! La verdad que el trato recibido durante todo nuestro viaje por estas tierras fue sinceramente inmejorable.

Entramos por la frontera de Fray Bentos y lo que vemos a primera vista nos preocupa. Inundaciones que hacían invisibles a granjas, caminos y praderas. Animales hacinados en las orillas de la carretera como último salvavidas. Incluso me pareció ver a Noé y su arca (esto último fruto probablemente de mi cansancio mental). Sin duda, a primera vista, no era el Parque de Atracciones que nos habían vendido.

Pisamos primero Mercedes, pueblo en alerta, Dolores, otro pueblo junto al río y que, haciendo uso de su nombre, había sufrido unos días antes un “Tutuki Splash” destructivo nunca visto anteriormente. Continuamos encontrándonos carreteras cortadas, maquinaria trabajando a destajo y desvíos hacia caminos secundarios por donde poder continuar. Nos alejamos del desastre y nuestra primera noche la pasamos en Colonia, una bonita ciudad frente al Río de la Plata, con un casco histórico declarado Patrimonio de la Humanidad. Recorrer sus callejuelas, como el “Callejón de los Suspiros” y recrearnos con sus palacetes suntuosos nos hizo cambiar de opinión tras ese día de desastres que habíamos vivido.

Después de unos días disfrutando de la ciudad y sus alrededores, decidimos montarnos en el “Crazy Jump” y aterrizar en Montevideo, capital del país y que Kawa no disfrutó mucho (principalmente por su parking en una de las calles más peligrosas de la ciudad junto a una barriada de dudosa confianza).

Conocemos la ciudad durante un par de días y decidimos continuar hasta Punta del Este, también conocida como la Saint-Tropez de Uruguay. La situación mejora, la ciudad nos regala unas preciosas puestas de sol junto al mar y unas vistas lejanas de nuestra añorada España.

Le tocó el turno a Valizas, un pequeño y sencillo pueblo de pescadores venido a más (o a menos, según cómo lo mires), y transformado en uno de los balnearios rústicos uruguayos más hippies y rebeldes del país. La bohemia y natural Barra de Valizas armoniza un paraíso de tranquilidad y libertad, con una movida nocturna artística y con infinidad de opciones para dormir. Nosotros decidimos alojarnos en una Hippie House Garden Hostel Power, que nos mimoseó durante cinco días con paseos por la playa, comidas en el exterior a base de leña y películas de culto por la noche junto al resto de huéspedes y voluntarios del lugar.

Volviendo al tema de la ruta y tras unos días ya de viaje nos damos cuenta que Uruguayilandia es pequeña, se visita relativamente rápido. Llevábamos recorrido parte de todo el litoral, bordeando la costa de oeste a este, pero queríamos más. Así que decidimos partir el país en dos, de sur a norte, como quien corta un pan en dos. Justo en el centro, junto al lago “Beautiful Fireworks Lake” (el nombre real es Lago Rincón del Bonete), está San Gregorio de Polanco, al que llegamos con dificultades después de una desllantada histórica de Kawa en mitad de un camino de piedras, y que logramos solventar gracias a la ayuda de la familia de los “Siete enanitos guías”, que pronto se organizaron para traer un remolque y llevar a Kawa al taller. Se hacía de noche y entre el mecánico, yo y un grupo de voyeurs alrededor, no lográbamos desencallar la cadena que se había enredado en el piñón. Ya de noche y trabajando con la linterna del móvil, logramos liberar la cadena que estrangulaba a Kawa. Esa noche dio para muy poco más, un hotdog en un puesto ambulante en la plaza del pueblo y una charla futbolística muy profunda junto a uno de mis rescatadores.

Se iban acabando los días en Uruguay y teníamos que ir subiendo en dirección norte para cruzar la frontera de Paysandú y volver a Argentina para llegar hasta Paraguay. Antes, hicimos noche a las afueras de Tacuarembó, en una pequeña comunidad autóctona independiente que nos alojó y nos dio de cenar prácticamente por las gracias. Esos lugares de los que no te irías jamás, y a los que siempre sueñas volver.

En resumen, Uruguay es llana, uniforme, con abundante vegetación y caminos espectaculares para recorrer en moto, de corazón abierta y de carácter mesurado. Algunos sarcásticos dicen que “los uruguayos son argentinos pero con educación”, ¡qué cabrones! Si tuviera que buscar slogans para definir a Uruguay, podrían ser “País de calma”, “Laguna de tranquilidad”, “Calma que te quiero calma”.

Y estas fueron básicamente las dos semanas que Uruguay (Uruguayilandia) nos regaló. ¡Muchas gracias y hasta pronto!

Próximamente…Capítulo 16.

 

 

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