Blog Capítulo 2 (Luna de miel)

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Blog – Viaje en moto por América

David Pueyo – Contacta

¡Bienvenid@! Si te gustan las historias que hablan sobre aventuras y viajes en moto te presentamos este relato, aderezado con una dosis de realismo y surrealismo compartido, ficción y mucha sátira. Un blog peculiar que resume un viaje en moto de 2 años por todo el continente americano, 18 países recorridos y un hilo conductor que narra la relación entre el binomio hombre-moto.

 

CAPITULO 2 (Luna de miel)

Faltaron las latas arrastradas por Kawa para ser una despedida perfecta (american style). Yo estaba nervioso, creo que ella también. Era la primera vez que viajábamos juntos y teníamos todavía que conocernos bien.

El primer día de nuestra luna de miel intenté sorprender a Kawa con un viaje inesperado. Enfilamos la carretera dirección Bogotá, cerca de 1.000 km, decisión que Kawa no compartió muy a mi pesar. Ella no sabía que una antigua amiga nos había invitado a conocer unos días la ciudad, capital del país.

El panorama que encontramos en las carreteras de Colombia era espectacular. Atravesando gigantescas montañas pobladas de una exuberante vegetación, pequeños pueblos rodeados de casas muy humildes y vendedores ambulantes, gente amable y agradecida a cada paso, retenes militares que nos hacían sentir seguros y un sinfín de asombrosos spots por los que pasamos. Todo esto unido nos guió durante todo el recorrido.

De vuelta en Cali continuamos el viaje hacia el sur, con la intención de cruzar a Ecuador y llegar a Quito por montera, por montaña y por mar, por Joaquín y por Ana (mis padres) por bosques y por secanos, por nosotros.

Unos días después llegábamos a Quito, esta vez un destino consensuado con Kawa, donde nos recibieron en su casa nuestros padres adoptivos ecuatorianos, Edward e Isa, lujo al alcance de muy pocos. Regocijamos unos días de la ciudad y de su gente, y nos preparamos mentalmente para la vida real que nos esperaba tras la luna de miel.

La relación iba «viento en rueda». El motor de Kawa lo aguantaba todo y me daba seguridad. Nos adaptamos bien el uno al otro, tanto que incluso la posición sobre ella era muy confortable, diría que incluso ergonómica. Los días pasaban y nos sentíamos más sueltos, seguros, incluso alguna vez osábamos a tocar el claxon o esquivar un tuk-tuk, nunca sin perder el respeto por nada y nadie. Estábamos empezando a sentir también ese desapego del que nos queríamos desprender. Nos sentimos muy felices, y eso nos hacía todavía más felices.

FIN de la luna de miel.

Próximamente…Capítulo 3.

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