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Blog de Mototurismo y mucho más…

¡Bienvenid@ a El Mundo del Mototurismo!
En este blog encontrarás artículos, historias, crónicas, información y noticias sobre el mundo de las motos y los viajes. Esperamos que te guste y te sea de utilidad.

 
seguridad de moto

TIPS BÁSICOS DE SEGURIDAD A LA HORA DE CONDUCIR TU MOTO

1.PROTÉGETE: Siempre es recomendable, y obligatorio en según qué casos, el uso de indumentaria apropiada para aumentar tu seguridad y evitar posibles disgustos.
Antes de coger tu moto asegúrate que estás lo necesariamente equipado. El casco (bien abrochado), los guantes, la chaqueta y pantalón con protecciones y un buen calzado son lo mínimo que deberías ponerte a la hora de coger tu moto para dar una vuelta, sea corta o larga. Sea para ir a ver un amigo al pueblo de al lado o para hacer un viaje por el mundo.
Intenta utilizar equipo y pegatinas reflectantes en tu moto para aumentar la visibilidad por parte del resto de conductores. Asegúrate de llevar siempre un chaleco reflectante en la maleta.
Incluso si eres de esas personas que le da mucha importancia a la seguridad, puedes también beneficiarte de los atributos y seguridad de un “Chaleco Airbag”. No es obligatorio, pero añade un extra de seguridad que mucha gente valora en sus salidas.

2.RESPETA: En este punto tratamos de explicar el concepto de respeto. Tenemos que hacerlo tanto por las normas de circulación que imperan en la ley como por el respeto que merecen el resto de vehículos y ciudadanos con los que compartimos esta tierra.
Ir en moto a una velocidad prudencial respetando las señales en cada momento evita posibles accidentes o situaciones peligrosas.

3.EN CARRETERA: Intenta circular y posicionarte en la vía correctamente para una perfecta visibilidad. Una buena posición te ayudará a anticiparte a posibles situaciones de riesgo y a tener vías de escape ante por ejemplo, un frenazo repentino del vehículo que llevas delante.
Respeta siempre las distancias y utiliza los indicadores para informar de tus movimientos al resto de conductores.
Conduce a la defensiva para prever las intenciones del resto de conductores. Este punto, como hemos comentado anteriormente, te permitirá anticiparte a situaciones imprevistas.
Mirar de forma frecuente por los espejos retrovisores es también algo importante, incluso cuando creas que vas sólo por la carretera. Ten cuidado también con los ángulos muertos al cambiar de carril o hacer una maniobra.
Reduce la velocidad cuando el piso esté mojado y evita pisar y frenar en las lineas blancas/amarillas de la carretera. Presta también atención a posibles restos de aceite en el asfalto, sobretodo en curvas y giros, donde las motos somos más vulnerables.

4.ELIGE TU MOTO IDEAL: Para un perfecto manejo de tu moto, necesitas que tu cuerpo se adapte perfectamente a ella, digamos que tendría que ser una prolongación más de tu cuerpo.
A la hora de comprar una moto, uno de los aspectos más importantes es si esa moto que te gusta es idónea para ti. La altura, el peso, incluso la ergonomía de cada uno, dependerá a la hora de tomar esta decisión.
Llegar con los pies al suelo sin problemas es quizás una de las más importantes. Intentar cumplir siempre esta premisa. Aunque te pueda gustar mucho una moto, pero si no consigues adaptarla a tu tamaño, es mejor que vayas pensando en cambiar de idea y elegir otro modelo o marca.
El peso de la moto es igualmente muy importante. A la hora de comprar una moto, el binomio conductor/moto tiene que ser equilibrado. La facilidad a la hora de moverla (en parado y en marcha) tiene que ser prácticamente total si quieres evitar sustos.
Aunque parezca obvio, es importante tener en cuenta que cuando te compres una moto sepas exactamente para qué la quieres o necesitas.

5.PUESTA A PUNTO: Este punto es igual de importante que el resto. Asegúrate que tu moto pase las revisiones necesarias y esté en buenas condiciones antes de emprender un viaje. Evitarás seguro disgustos y problemas.
Ten controlado el estado de los frenos, los diferentes aceites, filtros, el estado de los neumáticos y su presión, el funcionamiento correcto de todas las luces e indicadores, la transmisión y todo lo necesario para evitar sustos y quedarte colgado en mitad de la ruta.

6.TEN EN CUENTA TUS LÍMITES: Todos nosotros deberíamos conocer nuestras habilidades encima de una moto y ser honestos con nuestros límites. Tenemos que circular siempre, independientemente de la vía, a una velocidad en la que nos encontremos cómodos, sin forzar y sin abusar de la confianza en uno mismo. Nunca le pierdas el respeto a tu moto e intenta siempre tenerla bajo tu control.
Si te encuentras cansado, para, tómate algo, relájate, descansa y retoma la ruta cuando te hayas recuperado. Lo más importante cuando cogemos la moto es volver a casa intactos y con una sonrisa de oreja a oreja.

7.NO HAY NECESIDAD DE DEMOSTRAR NADA A NADIE: Como hemos hablado en el anterior punto, circula a tu ritmo y no intentes sobrepasarte para demostrar al resto tu buen hacer o lo rápido que puedes ser. Para eso, están los circuitos.
Por otro lado, si vas en grupo y simplemente no puedes seguir el ritmo, no te preocupes, mantén el tuyo y no arriesgues. Lo importante es llegar y disfrutar.

8.CUIDADO CON LA BEBIDA: Este punto es el más fácil de explicar. Si bebes, no conduzcas. Por tu bien y por el de los demás.

Sábado, 10 de abril de 2021
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seguridad en moto

CÓMO PREPARAR UN VIAJE EN MOTO

El primer paso, evidentemente, es elegir el destino que queremos visitar, ya que de ello dependerá la preparación del viaje. No es lo mismo organizar una salida de fin de semana a un viaje de varios días.
Una vez definido el destino puedes elegir si hacerlo a tu aire o con una agencia especializada en viajes en moto. Vamos a hablar de las diferencias entre cada uno de ellos.

– A TU AIRE: Hay moteros/as que prefieren dejarlo todo a la improvisación y preparar únicamente detalles relativos al estado de la moto y el destino. El resto, a lo que venga. En este artículo vamos a hablar de los que prefieren ir con los temas un poco más atados.

* Investiga bien todos los lugares de interés que hay en la ruta que has definido o elige la ruta en base a éstos.
* Piensa bien los kilómetros que más o menos quieres hacer cada día y adapta el itinerario de tu viaje bajo esta premisa.
* Elige los lugares donde quieras o necesites hacer noche y reserva el hospedaje que se adapte mejor a tu presupuesto y comodidades. No dejes este aspecto para última hora, hay poca gente a la que le guste ponerse a buscar un hotel (además en un lugar desconocido) después de un día largo de ruta.

Para un viaje nacional serían 3 puntos básicos que tendrás que considerar. Si en cambio vas a viajar al extranjero, tendrás que añadir algún trabajo extra en la búsqueda de información, como por ejemplo, asegurarte que habrá gasolineras en tu ruta (en el caso de países más exóticos), la moneda y su respectivo cambio, visados y seguros extras que puedas necesitar (tuyos y de la moto), vacunaciones, idioma (siempre es mejor conocer un poquito el idioma), y otro tipo de asuntos relativos al país o países que quieras visitar.
Sin duda tendrás que dedicarle tiempo y esfuerzo en la búsqueda para preparar un viaje que no te decepcione en ningún aspecto.

– CON UNA AGENCIA ESPECIALIZADA: Es otra manera de viajar que cada vez va captando más adeptos. Si no dispones de tiempo para preparar un viaje, quieres asegurarte que todo irá bien y optimizar al máximo por ejemplo los días que tienes de vacaciones, es una muy buena opción.
Por otra parte, es agradable compartir con otras personas las anécdotas y curiosidades que se van viviendo durante la ruta, y sentirte acompañado de personas con tus mismas aficiones y ganas de pasarlo bien.

Otro punto positivo a resaltar es que las agencias conocen bien los destinos que ofrecen y generalmente las rutas y lugares de mayor interés en las zonas o países que se van a visitar. Hoy en día hay muchos moteros y moteras que prefieren delegar todos los preparativos de un viaje y simplemente dejarse llevar.
Además, en muchas ocasiones, la diferencia de precio de organizarlo tú mismo o con una agencia es mínima.

En el supuesto que vayas a viajar con una agencia ten en cuenta que vas a circular con más motos, tendrás que prestar más atención a tu entorno y extremar la precaución. Dejar una distancia prudencial entres motos e intentar circular en zig-zag (para ganar visibilidad) son dos puntos básicos para que todo vaya bien.
No olvides que formas parte de un grupo con el que tienes que colaborar y respetar.

Independientemente del tipo de viaje que elijas, ten en cuenta estas recomendaciones:

– Revisa tu moto. Comprueba que tu moto pase las revisiones necesarias y esté en buenas condiciones antes de emprender el viaje. Evitarás seguro disgustos y problemas.
Ten controlado el estado de los frenos, los diferentes aceites, filtros, el estado de los neumáticos y su presión, el funcionamiento correcto de todas las luces e indicadores, la transmisión y todo lo necesario para evitar contratiempos.

– Menos es más. A la hora de hacer las maletas ten en cuenta que cuanto más ligero vayas mejor. Elimina de tu cabeza el “por si acaso” y haz una maleta con lo mínimo e imprescindible. Recordar que nuestras motos no son mulas de carga y te agradecerán (en todos los sentidos) no ir como tal.
Lleva lo justo y evitarás peso, ganarás en estabilidad y capacidad de manejar tu moto en un momento dado.
Según la duración del viaje, podrás ir lavando ropa si lo vas necesitando.

– Sal a disfrutar. Los viajes se suelen hacer para disfrutar y llevarse una experiencia para toda la vida. No intentes correr por ver más cosas de las que puedes, aprovecha bien las que veas y si te quedas sin ver algo, ya tienes excusa para volver en otra ocasión.
Deja atrás prejuicios y prepárate para abrirte al mundo y conocer las cosas buenas que te puede ofrecer.

– Seguridad. Cuando viajes a otro país que no sea el tuyo, no olvides nunca contratar un seguro de viaje. No hacerlo es demasiado arriesgado. Un seguro que cubra como mínimo gastos médicos y repatriación es fundamental para evitar malas experiencias.

Lunes, 19 de abril de 2021
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CAPITULO I (Mi nueva compañera de viaje)

Es una historia muy corta pero intensa. La conocí en un portal de internet apenas hace un mes y nos encontramos por primera vez en Cali (Colombia). Su nombre es Kawasaki y su apellido Klr 650, es japonesa y viste un modelo negro-blanco con detalles en verde esperanza.

Lo que más me llamó la atención de ella fueron sus innumerables atributos dignos de una verdadera trail aventurera. Su comprobada fiabilidad, idónea para grandes viajes, su sencillez, perfecta para pasar desapercibidos, su mecánica, fácil de reparar, y su gran autonomía (23 litros) que te permite estar 450 kms montada sobre ella sin parar a repostar.

A partir de ahora va a recorrer conmigo lo que queda de camino. Nos espera un recorrido largo, desde Colombia, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, Belice, México y EE.UU. Juntos vamos a pasear unos 65.000 kms. Espero que no me sea infiel y me deje, literalmente, tirado en la cuneta.

De momento este es el plan.

Os dejo la foto del enlace, el santuario fue el Concesionario Potenza de Cali, con los testigos Juan y Mamucha.

kawasaki klr

 

CAPITULO 2 (Luna de miel)

Faltaron las latas arrastradas por Kawa para ser una despedida perfecta (american style). Yo estaba nervioso, creo que ella también. Era la primera vez que viajábamos juntos y teníamos todavía que conocernos bien.

El primer día de nuestra luna de miel intenté sorprender a Kawa con un viaje inesperado. Enfilamos la carretera dirección Bogotá, cerca de 1.000 km, decisión que Kawa no compartió muy a mi pesar. Ella no sabía que una antigua amiga nos había invitado a conocer unos días la ciudad, capital del país.

El panorama que encontramos en las carreteras de Colombia era espectacular. Atravesando gigantescas montañas pobladas de una exuberante vegetación, pequeños pueblos rodeados de casas muy humildes y vendedores ambulantes, gente amable y agradecida a cada paso, retenes militares que nos hacían sentir seguros y un sinfín de asombrosos spots por los que pasamos. Todo esto unido nos guió durante todo el recorrido.

De vuelta en Cali continuamos el viaje hacia el sur con la intención de cruzar a Ecuador y llegar a Quito por montera, por montaña y por mar, por Joaquín y por Ana (mis padres) por bosques y por secanos, por nosotros.

Unos días después llegábamos a Quito, esta vez un destino consensuado con Kawa, donde nos recibieron en su casa nuestros padres adoptivos ecuatorianos, Edward e Isa, lujo al alcance de muy pocos. Regocijamos unos días de la ciudad y de su gente, y nos preparamos mentalmente para la vida real que nos esperaba tras la luna de miel.

La relación iba «viento en rueda». El motor de Kawa lo aguantaba todo y me daba seguridad. Nos adaptamos bien el uno al otro, tanto que incluso la posición sobre ella era muy confortable, diría que incluso ergonómica. Los días pasaban y nos sentíamos más sueltos, seguros, incluso alguna vez osábamos a tocar el claxon o esquivar un tuk-tuk, nunca sin perder el respeto por nada y nadie. Estábamos empezando a sentir también ese desapego del que nos queríamos desprender. Nos sentíamos muy felices, y eso nos hacía todavía más felices.

FIN de la luna de miel.

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CAPITULO 3 (La hora de la verdad)

Después de dos semanas de paseos, de pruebas, de conocernos, de sentirnos el uno al otro, llegaba la hora de la verdad. Teníamos todo a punto para cruzar Ecuador de norte a sur y llegar hasta Perú. Empezaba nuestro primer y real día de pareja tras la luna de miel.

Durante las horas previas a la salida aprovechamos para comprar los últimos aprovisionamientos que nos faltaban por recolectar. Era un sábado soleado en Quito, la ciudad sonreía, pero esa mañana el destino nos estaba esperando con una desagradable sorpresa. Una temeraria acción de un conductor hizo que sufriéramos un accidente en plena calle. ¿El saldo de tal infortunio? Algún rasguño yo y Kawa una pierna (rueda) retorcida que golpeó contra el coche y su maleta izquierda rota. ¿Lo más desagradable de todo? El tipo se dio a la fuga. Sí, se largó. Nos preguntamos con Kawa, ¿qué sentiría ese personaje mientras se largaba y miraba por el retrovisor del coche y nos veía tirados en el asfalto? Solo él lo sabe. Llevábamos poco viajando, pero ya eran situaciones que habíamos pensado que podían ocurrir y que habíamos interiorizado. Las amarguras en verdad no son tan amargas.
Unos días después y ya “olvidado” el incidente, continuamos decididos a no mirar más atrás. Eran cosas que podían pasar y teníamos que estar preparados. Nos esperaba un largo viaje.

De Quito llegamos a Cuenca, ciudad colonial vestida de blanco y con un parque nacional sensacional, llamado El Cajas, adornado con pequeños lagos y un entorno relativamente árido. De nuevo Kawa tuvo que quedarse en el parking mientras yo visitaba los senderos que ofrecía el lugar. Una señal gigante dejaba clara la prohibición de entrar en moto.
Después de unos días de relax y caminatas por la ciudad tocó continuar y cruzar la frontera peruana por Tumbes. En la Aduana, a pesar de nuestra todavía inexperiencia, logramos hacer todo el papeleo relativamente rápido, no antes de ir para aquí y para allá en busca de fotocopias, sellos y toda la burocracia que exige un paso fronterizo.

En cuanto a la gastronomía del país podíamos recomendarla poco, la verdad que con nuestro pobre presupuesto era bastante básica. Menús de ocasión de carretera, y ceviches, sopas y arroces de puestos ambulantes que íbamos encontrando. Para Kawa gasolina refinada 95, la mejor. Ella era más selecta que yo.

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CAPITULO 4 (De oca a oca y tiramos porque nos toca)

El primer destino que nos acogió en Perú fue Máncora, un pueblo costero que el turismo enturbiaba diariamente con sus fiestas y jaranas. Aprovechamos unos días para visitar sus alrededores, entre ellos Punta Farallón donde se encontraba un santuario de tortugas marinas. Fue una bonita experiencia poder nadar junto a ellas en total libertad. De nuevo Kawa tuvo que quedarse en el parking, sin darme cuenta me había olvidado en el hostel su traje de baño.

De Máncora pasamos a Piura y llegamos por camino a Ciudad de Pescadores, un pequeño pueblo desértico donde todo eran miradas y cuchicheos tras nuestro paso. Pasamos la noche en el único hotel del pueblo y al día siguiente huimos hacia Huanchacho (Trujillo), un lugar tradicional de Perú que alberga, en forma de pirámides y ruinas, los restos de las antiguas culturas Moche y Chimú que habitaron el lugar.

Seguimos atravesando la carretera escoltados por desierto a ambos lados hasta llegar a Lima, donde Kawa tenía una cita con su médico en el Hospital «Kawasaki oficial» para un cambio de aceite y una revisión general. La salud de Kawa era importante.
Dos días en la capital y volvemos a huir, esta vez a otro pueblecito de costa llamado Paracas, donde visitamos su Reserva Nacional, una enorme extensión de desierto con caminos infinitos hacia el ocaso y dunas gigantes que acababan en espectaculares acantilados en el Océano Pacífico. Un emplazamiento ideal también para avistar lobos marinos y aves por doquier.

Por el camino estábamos conociendo mucha gente, desde otros viajeros que estaban cumpliendo sueños hasta personas locales con historias increíbles. Amistades fugaces, intensas, que te dan (o te quitan), algunas quizás para toda la vida, y que nos hacían más ameno y fácil el camino. Digamos que ahí, en ese momento, eran un sustitutivo a mi familia y amigos.

Llevábamos más de un mes y medio de viaje y ya no creíamos que estuviéramos haciendo un viaje para completar el tablero, sino que sentíamos que era el viaje el que nos estaba haciendo a nosotros.

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CAPITULO 5 (Mundo Inca)

Cusco, capital del Imperio inca y localización perfecta para hartarte a ver ruinas que fueron habitadas hace apenas unos cientos de años. Lugar místico también conocido como la «Roma de América».
Nos enamoramos de la ciudad, de su ajetreo y de sus fiestas navideñas. Fueron días de lluvia y sol y de kilómetros a través de sus calles adoquinadas en busca de recambios para Kawa. La idea era estar 2 días y nos fuimos al cabo de 2 semanas. Ciudad peruana muy recomendable. Un día, paseando entre sus ruinas históricas, viví una conversación surrealista:

Inca: ¡¡Oiga, usted!!

Yo: ¡Sí! ¿Quién habla…? ¿Quién es…?

Inca: Mire la piedra que tiene exactamente a su derecha.

Yo: ¡Joder! ¿¡Pero qué hace ahí dentro!?

Inca: Vivo aquí desde hace más de 500 años, desde que los españoles vinieron a tocar los cojones.

Yo: Ahh…ya veo.

Inca: Y usted, ¿de dónde proviene?

Yo: Mi madre de Korea y mi padre de Alaska.

Inca: Ahh…por su acento pensé que era español.

Yo: No, no, de madre koreana y de padre alaskeño. De toda la vida.

Inca: ¿Y qué le trae por aquí?

Yo: Estoy de viaje con mi pareja, pero lamentablemente ella se ha tenido que quedar en el parking.

Inca: La altitud es lo que tiene. Mal de alturas, vómitos, pero nada que no se arregle con un poco de coca.

Yo: No, no, ella está bien, es solo que no puede subir estas escaleras.

Inca: Ah, ¿es tetrapléjica?

Yo: Bueno… sí, va sobre ruedas, pero no es exactamente tetrapléjica. Es una moto.

Inca: Ahh… ¿Y viajan juntos?

Yo: Sí, ella me carga y yo la guío.

Inca: Ya veo, ya veo… ¿Y han visitado ya el Machu Pichu, Pizak, Sacsaywaman, Salinas de Maras, Morey, Ollantaytambo…?

Yo: ¡Sí! ¡Sí! Pero lo que más me ha sorprendido hasta ahora es encontrarme con un inca incrustado en una roca.

Inca: Entiendo que le sorprenda. Además soy el último inca, la última incrustación en piedra que se hizo. Por ello me utilizan para conversar con turistas, pero hace frío y pagan mal.

Yo: Ánimo, con suerte en pocos años despierta un terremoto y todo esto desaparece.

Inca: A eso lo llamaríamos un terremoto “a la española”.

Yo: ¡Bueno, ya basta con los españoles! Ya pasó mucho tiempo…

Inca: Español que veo, español que intento engañar y confundir. No los soporto. ¿Y usted, qué opina de esos conquistadores?

Yo: Lo siento, tengo que irme, la grúa se está llevando a mi mujer. Hablamos otro día.

Pasadas las Navidades y el Fin de Año logramos despegarnos de la ciudad y reanudar nuestro camino hacia Arequipa, donde descansamos nuestros cuerpos un par de días antes de proseguir por Puno, a orillas del Lago Titicaca, y cruzar la frontera destino Bolivia.

¡Adiós Perú!

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CAPITULO 6 (Hostilidades bolivianas)

Solo llegar a la frontera de Bolivia nos dimos cuenta que no éramos del todo bienvenidos entre los funcionarios de la pequeña garita de Kasani. Entrábamos en tierra hostil para extranjeros y se notaba.
El trato que recibimos por sus pobladores durante toda nuestra estancia tampoco fue del todo buena (con alguna excepción evidentemente). Daba la sensación que nos veían exclusivamente como lucro, como una forma para sacar provecho. Buscaban cualquier situación u oportunidad para sacarte unos “bolivianitos” extra del bolsillo. En demasiadas ocasiones nos sentimos atracados (con maldad), engañados torpemente, o recibidos con no tan buenas formas. No sé si debido y relacionado al desconocimiento o al miedo de afrontar según que situaciones. Kawa opinaba lo mismo.

Nuestro primer destino fue Copacabana, primer pueblo que nos encontramos y enclave necesario para visitar la Isla del Sol y la Luna en el Lago Titicaca. Aparqué a Kawa en un lugar seguro del puerto para pasar dos días de caminatas recorriendo las islas. Caminos escarpados, vistas panorámicas y puestas de sol de película, sin duda, uno de los lugares más especiales en lo que he estuve en todo el viaje.

Todavía con la resaca de tal belleza, recogí a Kawa y continuamos hacia la capital (La Paz). Lo que en un inicio era una ruta sencilla, se complicó a la llegada con un bloqueo nunca antes visto en la ciudad a causa de una importante manifestación. Todos los accesos estaban cortados. ¡Barricadas, fuego, gritos y disparos de fogueo! Le pregunté a Kawa y su respuesta fue “yo no entro por ahí”. Con esa suerte que en ocasiones uno recibe, conocimos a un anciano que nos ofreció acompañarnos para intentar burlar el bloqueo. Se montó sobre Kawa y como si se tratara del juego Comecocos logramos esquivar con bastantes dificultades las barricadas y entrar en la ciudad. ¡Gran pequeña aventura!

Unos días en la ciudad y como algo ya habitual huimos hacia poblados más pequeños donde realmente descubrimos más a fondo la cultura del país. Atravesamos la parte más alta de La Paz, a 4.700 metros (el carburador de Kawa no se resentía) y nos lanzamos adrenalinosos a recorrer la famosa “Death Road” o “Camino de la Muerte”, una carretera relativamente peligrosa de tierra y piedra con unos profundos abismos donde un descuido significaba la muerte. Lo hicimos con mucho cuidado, ya que la rueda trasera de Kawa estaba prácticamente lisa después de más de 12.000 kms.
Actualmente esta ruta ya no se utiliza mucho excepto para los lugareños y las empresas de aventura que ofrecen este recorrido en bicicleta como una atracción turística. Un descenso de 3.000 metros en apenas 100 kms (sin duda muy divertido) que nos llevó hasta Coroico, un pequeño poblado rodeado de grandes montañas circundantes repletas de vegetación y muy acostumbrado al turismo.
De ahí nos movimos a Sorata, otro pequeño pueblo rodeado de naturaleza y donde disfrutamos unos días de su tranquilidad.

La siguiente parada era Oruro, ciudad de paso para llegar a Sucre y Potosí, no sin antes pasar adversidades para llegar que recordaremos toda la vida. Ese día volvimos a abrazar el suelo con Kawa en un camino terrorífico, nos sepultamos en barro, “navegamos” cauces de río y tragamos polvo como nunca antes. Duro, muy duro, pero como siempre, felices de seguir la ruta y el viaje.

En Sucre disfrutamos de sus alrededores y su concurrido centro, y Potosí nos regaló sus carnavales, unos bonitos cerros mineros (algunos como el Cerro Rico, una mina de plata explotada durante muchos años por españoles) y el Ojo del Inca, un enigmático lugar entre las montañas.

Siguiente destino, Uyuni y su salar, una joya de la naturaleza, un lugar esperado por ambos.

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CAPITULO 7 (Desafío Dakar Uyuni)

Como verdaderos pilotos de carreras llegamos a Uyuni, un pueblo crecido por la llegada del famoso Dakar. Un lugar sencillo y muy básico pero con un entorno único, en el medio de la nada y rodeado de sal y arena.

No sabíamos que nos íbamos a encontrar más allá del pueblo la mañana que iniciamos la ruta para conocer el famoso Salar y los tres días de camino que había hasta cruzar la frontera a Chile, nuestro siguiente destino.
Los locales nos avisaron que iba a ser un trayecto duro, que con moto era peligroso y que se podía complicar mucho. Recuerdo la mirada con Kawa, era la de dos desafiantes enamorados que querían continuar y arriesgarse. Un mirada de “ojos a faros” más real de lo que se podía imaginar. ¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo no cumplir un sueño?

* DÍA 1: Primera etapa (Uyuni – San Juan de Rosario):

Pueblo de Uyuni – Enlace final Salar (Etapa de 105 km. 100% pavimento de sal).
Hora: 10 de la mañana.

Cargo equipaje, tanque de gasolina lleno, reviso a Kawa y nos dirigimos al punto de encuentro de todos los mega 4×4 que esa mañana partían en tour cargados de turistas. Nuestra idea era seguirlos y en caso de pérdida (íbamos sin GPS) seguir las marcas de los neumáticos. Arrancamos la aventura con ganas, con algo de incertidumbre y por qué no decirlo, con algo de miedo por lo que nos habían dicho que nos íbamos a encontrar.
Todo empezó bien, pasamos por el famoso cementerio de trenes e hicimos una parada para fotografiarnos en el monumento al Dakar (¡fotaza!). Seguimos en línea recta sobre un mar de sal espectacular, una autopista gigante adoquinada por la naturaleza en forma hexagonal que nos condujo hasta la Isla Incahuasi, en el medio del Salar y punto casi obligatorio para visitar.

Un rato después nos pusimos de nuevo en marcha para acabar de cruzar el Salar y llegar al enlace que nos llevaría a nuestro destino de ese día. Pero Kawa se empezó a recalentar, tenía toda una capa de sal en el radiador que no le permitía respirar. Le di agua y subsanamos provisionalmente el problema. Me dijo que lo estaba pasando mal, que saliéramos de ahí cuanto antes, que no sabía cuanto más aguantaría. Yo en ese momento me quedé algo intranquilo, no podíamos quedarnos ahí, en la nada de la nada, solos, sin GPS y rodeados de un mar de sal. El problema era que no podíamos reducir la velocidad, sino perdíamos el rastro del 4×4 que teníamos delante y que nos guiaba desde la mañana. Le pedí a Kawa un último esfuerzo, le dije que aguantara unos kilómetros más hasta el enlace, y como una campeona es lo que hizo.

Enlace final Salar – San Juan de Rosario (Etapa especial de 76 km. Terreno arenoso-rocoso y serrucho).

Una vez fuera del Salar y ya sobre pavimento de tierra, decidí parar unos minutos para descansar y aprovechar a limpiarle de nuevo el radiador a Kawa con la última botella de agua mineral que nos quedaba.

Seguimos la ruta detrás de un 4×4 que nos bañaba de tierra, piedras y polvo. Era imposible ver algo, el terreno era el peor hasta el momento, temblábamos sin parar y el cansancio poco a poco iba apareciendo. Lentamente el sol nos fue abandonando y la conducción se complicó, pero logramos llegar al anochecer a una posada en San Juan (Hotel de Arena), extenuados, con los huesos rotos y con ganas de nada. Le atornillé un par de cosas a Kawa, disfrutamos durante unos minutos del impresionante cielo repleto de estrellas y nos fuimos a dormir.

* DÍA 2: Segunda etapa (San Juan de Rosario – San Pedro de Atacama):

San Juan de Rosario – Enlace Ollagüe (Etapa Especial de 81 km. Terreno arrenoso-rocoso).
Hora: 7 de la mañana.
 

Duché a fondo a Kawa para eliminar cualquier resto de sal del día anterior y que me agradeció gratamente. Comenzaba el segundo día de ruta. Hablé con un chófer de un 4×4 para preguntarle si tenía algún problema en que le siguiera (el chófer del primer día se había largado sin avisarme). Me dijo que adelante, pero que no se responsabilizaba de nada.

Solo salir del poblado en una zona de dunas la rueda delantera de Kawa se clavó entera en la arena, nos caímos y el 4×4 continúo sin mirar atrás. Estamos en la mierda Kawa, ¿lo sabes, no? Enterrada en la arena fui incapaz de levantarla, los 220 kg eran mucho para mi flaca complexión.
A lo lejos divisé animales y deduje que algún pastor podría merodear por ahí, así que empecé a caminar. Unos kilómetros después lo encontré, era un señor mayor (80 años más o menos), que amablemente aceptó caminar conmigo de vuelta y ayudarme a levantar a Kawa. Así hicimos, empujamos los dos hacia arriba y logramos ponerla derecha. El hombre, de pocas palabras, se fue por donde vino y nosotros seguimos nuestro camino.

Continuamos, solos, sin ninguna referencia, únicamente las marcas de neumáticos de los 4×4. ¡En esos momento hubiéramos pagado oro por un GPS! Al cabo de unos kilómetros me di cuenta que estábamos perdidos, de nuevo en la nada, rodeados de llanuras y montañas en el horizonte. Nuestro instinto nos hizo continuar y elegimos seguir por una senda con las marcas de neumático más marcadas. Después de un rato a la deriva, a lo lejos en el horizonte vimos que algo levantaba polvo, iba muy rápido, parecía un vehículo. Aceleré a Kawa, jugándonos la vida entre arena, matorrales y piedras hasta que logramos alcanzarlo y pararlo a base de bocinazos. Eran 2 guías que amablemente nos indicaron la dirección y nos aconsejaron no continuar por la ruta que habíamos pensado.
La acumulación de kilómetros en tal diversas superficies pesaba en mis hombros y en toda la maquinaria de Kawa. Las condiciones eran tan duras que replanteamos la ruta y decidimos cruzar la frontera por Ollagüe hasta San Pedro de Atacama y abandonar la ruta que nos habíamos marcado. Llegamos con apuros, Kawa sin gasolina en su depósito y yo abatido.

Enlace Ollagüe – San Pedro de Atacama (Etapa de 302km. Ripio suelto/firme y asfalto).

Ollagüe era de película, un pueblo en medio de la nada junto a un volcán humeante y unas vías de tren que transportaban sin cesar minerales. Según como lo mires, un lugar para flipar. Necesitábamos buscar gasolina, pero en el pueblo no había gasolinera ni nada que se le pareciera. Nos dijeron que preguntáramos en un ¡ultramarino! y en un ¡restaurante!, pero sus respectivos dueños nos dijeron que se les había acabado la gasolina, pero que les quedaba chuletón. Ante esta situación desesperada decidimos buscar al alcalde del pueblo y pedirle ayuda.

Nos recibió Jorge, el alcalde en funciones. Le expliqué la situación. Recordaremos toda la vida sus palabras, “David, no te preocupes, se trata de un caso humanitario y te voy a regalar del depósito municipal los 6 litros de gasolina que necesitas para continuar”. Un ángel había aparecido en nuestro camino y le estaremos eternamente agradecidos.
Después de las respectivas fotos y abrazos de gratitud continuamos unos cuantos kilómetros de camino pedregoso (donde por cierto, perdí el saco de dormir de tanta vibración) y asfalto hasta San Pedro de Atacama, pasando por la ciudad de Calama donde repostamos de nuevo, esta vez en una gasolinera.

Se dice que algunas de las motivaciones de los corredores del Dakar son cumplir un sueño, un deseo tenaz, llegar hasta el final. Ahora sentimos que tenemos algo en común con ellos, podemos asegurar que para nosotros fue uno de los desafíos más bestias de nuestras vidas y estamos contentos de haberlo vivido y superado. Sólo 2 días de travesía en los que, tanto yo como Kawa, sentimos sin duda el verdadero espíritu dakariense.

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CAPITULO 8 (Intento de divorcio)

Fue tan duro nuestro paso por Bolivia que Kawa habló con su abogado. Decía que estaba molesta, que se sentía maltratada, que habían sido muchos días de trote para su carrocería y que se quería divorciar. ¡Vaya, que estaba de calentón!

Me pedía daños y perjuicios por los cientos de kilómetros de ripio, arena, sal, barro y tierra que habíamos recorrido durante las dos últimas semanas.
Lo estuvimos hablando y llegamos a un primer acuerdo. Le prometí que por Chile iríamos por carreteras asfaltadas, gasolina de calidad y buenos parkings en hostels. A primera vista cedió, aunque me dijo que necesitaba pensarlo y que me diría algo al día siguiente durante el alba.

La verdad es que el camino había sido duro, todo por mi cobarde-valentia de llevarla por lugares remotos donde apenas había nada y corría fuerte viento. Acariciamos el suelo juntos en varias ocasiones, nos bañamos hasta las rodillas-carburador cruzando ríos secos desbordados, flaqueamos de gasolina y nos perdimos en lugares impresionantes e insólitos, en silencio, ante la inmensidad de montañas y llanuras que nos hicieron sentir muy pequeños.

Era imposible y muy triste que después de todo lo vivido juntos la relación se pudiera acabar ahí. Era demasiado lo que faltaba por descubrir como para parar el reloj en ese momento.

A la mañana siguiente me levanté temprano, el cielo estaba todavía oscuro. Me preparé un café y esperé sentado fuera de la tienda de campaña a que Kawa me comunicara su decisión. Estaba nervioso.
De repente el faro de Kawa se encendió y empezó a comunicarse en clave morse:

Kawa: ¿¡Pero qué haces ahí parado!? ¿Dónde están las maletas?

Yo: Pero…

Kawa: Lo he estado pensando y la verdad es que lo único que deseo es continuar este viaje contigo, aunque esté un poco enfadada. La verdad es que me has intentado cuidar todo lo que has podido, eso no lo puedo negar. He sido algo egoísta porque tú también has pasado unas últimas semanas complicadas. Además llevaba la suspensión muy dura y me he cargado tu espalda.

Yo: Bueno, eso no es nada, ya estoy mejor.

Kawa: Y también consumo mucho aceite y a veces hago ruidos raros…

Yo: Ya, pero tampoco quiero que te flageles. Yo tampoco soy perfecto.

Kawa: Bueno, entonces, ¿nos vamos de aquí?

Yo: ¡Arranca que voy a por los macutos!

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CAPITULO 9 (Descenso chileno)

(Conversación en bar de carretera)

Yo: Kawa, ahora que nos hemos reconciliado, ¿te apetece que visitemos todo lo que nos ofrecen los alrededores de San Pedro de Atacama?

Kawa: ¡Claro! Aunque seas un imbécil todavía te sigo queriendo.

Yo: ¡Ah, gracias! Si quieres podemos empezar por el Valle de la Luna y el Valle de la Muerte, seguir por los Geisers y hacer también la Laguna Cejar.

Kawa: ¡Para, para, no vayas tan rápido! ¿Cómo está el camino para llegar?

Yo: Creo que mal…

Kawa: ¡Mierda David, me prometiste otra cosa!

Yo: Lo sé Kawa, pero sabes de sobra que para contemplar lugares primorosos y únicos se tiene que ir por pistas así. ¡No te me quejes!

Kawa: ¡Bueno…tienes razón! Había olvidado que estoy fabricada para apisonar esos terrenos y dejarlos firmes. Además en el fondo me gustan y disfruto. ¡Vayamos!

Yo: Sabía que ibas a recapacitar y a sacar ese espíritu y alma japonesa que tienes. Te quiero.

Kawa: Yo también te quiero. Pero después me prometes que me quitarás todo el barro que lleve encima, ¿vale?

Yo: Te dejaré como nueva, no te preocupes. Compraré el mejor jabón y la mejor grasa para la cadena.

Una vez solucionado el tema con Kawa y hacer el check-out en San Pedro, nos lanzamos a la aventura por la Ruta 5 para descender por el Pacífico hasta Santiago de Chile.
Fueron varios días de recorrido donde fuimos conociendo a nuestro paso pequeños pueblecitos costeros, Taltal, Bahía Inglesa y Punta Choros, para acabar regalándonos unos días en La Serena y el valle del Elqui, donde descubrimos por primera vez sus extensos cultivos de vid con la que elaboran el pisco, la bebida nacional chilena.
Fueron días también en los que cambiamos los campings y los hostels por colchones de arena en playas que retaban al pacífico las 24 horas, días en los que la soledad ganó a las grandes galas, días en los que canjeamos lugares en montañas por atardeceres y amaneceres frente al mar. Días que recordaríamos toda nuestra vida.

Cambiando de tema y para ir acabando este capítulo, decir que a diferencia con nuestro paso por Bolivia, apreciamos un cambio mayúsculo en el trato con la gente, mucho más cercana, amable y dispuesta a ayudarnos en cualquier momento. No sabía exactamente si esto se debía a los propios chilenos o a las sinuosas curvas de Kawa que volvían loco a cualquiera.

¡Estábamos de subidón, nos esperaba todavía un largo recorrido por Chile!

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CAPITULO 10 (Secuestro exprés)

Por una carambola de esas que a veces ocurren en la vida hicimos un break en la ruta. La ocasión lo merecía. Unos amigos (Javi, chilena y Xavi, español) se casaban en Santiago de Chile y nos habían invitado a su boda sabiendo que estábamos por la zona. Un evento que no teníamos contemplado y que, sin duda, no nos podíamos perder.

Yo: Kawa, me han invitado a un evento este fin de semana. La mala noticia es que me han dicho que no se puede ir con moto.

Kawa: Vale, vale, no te preocupes, aprovecharé y me iré a un Spa a relajar un poco el motor.

(Conversación telefónica 10 días más tarde)


Kawa: ¿Pero dónde estás?

Yo: Kawa, ¡me han secuestrado!

Kawa: ¿¡Qué…!?

Yo: Sí, después de la boda. Todo pasó muy rápido.

Kawa: ¿Pero quién?

Yo: Dice que se llama Jóse, es español y que viene de otro planeta.

Kawa: David, percibo que mientes. ¿Jóse no era uno de los amigos de la boda?

Yo: ¡Vale, me has pillado! La verdad es que la boda se nos fue de las manos, acabamos alquilando un 4×4 y nos fuimos a lo demente a visitar el sur. Talca, Villarica, Osorno, la isla de Chiloé, Valdivia,… ¿No estarás celosa?

Kawa: ¡Qué va! ¡Cómo me voy a comparar con un Mitsubishi 4×4 L200, por favor! Únicamente estaba preocupada, por un momento pensé que quizás necesitabas ayuda y tenía que irte a buscar.

Yo: ¿Y tú, qué tal en el Spa?

Kawa: No sabes lo bien que me ha sentado. Me he pegado un baño de burbujas anticorrosivas, una ducha de líquido anticongelante, un masaje carburalizado, pedicura de freno, una queratina con aceite de motor y un baño de sales iónicas. ¡Me siento como nueva!

Yo: ¿Y cómo has pagado todo eso?

Kawa: He puesto primera y ¡GAS! Me he largado llevándome por delante la cerca principal del Balneario.

Yo: ¿Pero qué dices? ¿Estás loca?

Kawa: Es broma. Les he dicho que te pasarías tú a pagar la cuenta.

Yo: No te puedo dejar sola Kawa. Te lo descontaré en la calidad de la gasolina, que lo sepas.
¡Anda, vete preparando! Estoy llegando a Santiago, te paso a recoger y seguimos el camino.

Kawa: Ok, date prisa, tengo muchas ganas de conocer Argentina.

La verdad es que los dos estábamos impacientes y expectantes por conocer en persona a la famosa Ruta 40 de la que tanto nos habían hablado. Una carretera que comparte ripio y asfalto y que peina más de 5.000 km de superficie terrestre de norte a sur de Argentina. Un sueño para cualquier motoviajero. El objetivo, recorrerla hasta la Patagonia.

 

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CAPITULO 11 (Carretera Austral vs Ruta 40)

Abandonamos Chile tristes, nostálgicos, con ganas de volver. Dejamos atrás muchos momentos, lugares y personas que nos marcaron para toda la vida. El viaje continuaba…

Atravesamos los Andes por el Paso Libertadores y sus conocidas cientos de curvas hasta llegar al puesto fronterizo argentino, a una altura de más de 3.000 metros. Lo que nos rodeaba, simplemente, era impresionante. Una cadena montañosa que albergaba al Aconcagua y que guardaba muchas historias pasadas relacionadas con el tráfico de personas y mercancías entre ambos países.

Pasados los trámites aduaneros nos lanzamos por la cordillera hasta llegar a Mendoza, donde pisamos por primera vez la célebre Ruta 40 de la que tanto nos habían hablado. A primera vista no nos sorprendió tanto. No vimos ni ripio, ni dinosaurios rosas con seis cabezas, ni pinos fosforitos como nos habían prometido. El alquitrán se había encargado de eliminar cualquier rastro natural.
Pero nuestra opinión cambió rápidamente cuando enfilamos la ruta dirección sur (dejando la parte norte para más adelante), donde nos encontramos carreteras impresionantes y para todos los gustos (asfalto, ripio, arena,…).
En nuestro recorrido fuimos conociendo los pueblos de Malargüe, Aluminé, Bariloche y El Bolsón hasta llegar al cabo de unos días a Esquel, donde cruzamos de vuelta a Chile (por el Paso de Futaleufu) para recorrer la Carretera Austral dirección la Patagonia.

Nos sorprendió muy gratamente lo que encontramos en esta parte de Chile, un entorno de vegetación exuberante y ríos bravos listos para ofrecer su mejor cara. Sus caminos de tierra y ripio eran, simplemente, impresionantes. Hasta ese momento el lugar, sin duda, estaba en el top 3 entre los lugares que habíamos recorrido. Conocimos Coyhaique, el Lago General Carrera y su catedral natural de mármol, Cochrane y un sinfín de rincones que serían difíciles de olvidar.

Después de recorrer cerca de 2.000 km a través de estas dos carreteras, fuimos conscientes de lo afortunados que éramos. Sin duda, fueron unas semanas en las que no dejaron de sorprendernos sus contrastes, desde los paisajes áridos y desérticos de la Ruta 40 hasta la explosiva vegetación y ríos bravos de la Carretera Austral.

Si tuviéramos que elegir y quedarnos con alguna lo tendríamos difícil, aunque ellas lo tienen más claro que nosotros.

– Ruta 40: Dicen de mí que soy extensa, infinita, de carácter peligroso y aventurera. ¡No hay carretera como yo!

– Carretera Austral: ¡Eso te lo dice la gente para quedar bien! No vales tanto la pena, eres un mito que no sorprende. Yo en cambio, soy mediana pero atractiva, sinuosa y con unos escenarios gourmet.

– Ruta 40: Tu ripio destroza las cubiertas de las motos, en cambio, el mío, tiene menos aristas y es más estable.

– Carretera Austral: ¿Y tú…? que estás más asfaltada que un parking de supermercado y con menos peralte que una plaza de toros.

– Ruta 40: Y tú no tienes gasolineras en muchos kilómetros y además hueles a barro.

– Carretera Austral: Tú eres aburrida y más larga que un día sin pan.

-Ruta 40: Bueno, eso no es verdad del todo, tengo un poco de todo. Tengo un montón de historias para contar a mis nietos.

– Carretera Austral: Ya, pero excepto en tu grupo de amigos, no acabas de convencer. Mi abuela, que era una antigua ruta de los incas, me decía que la aventura se encuentra en carreteras pequeñas, y tú cariño, eres muy grande.

Algunas voces dicen que llevan años peleando, siempre compitiendo y resaltando sus egos. En nuestra opinión son dos “grandes” de sudamérica que ofrecen belleza, atractivo y aventura a todo el mundo que las recorre. Sin duda, un lugar del planeta para visitar y recorrer en moto.

Seguimos el camino hacia el sur. ¡El fin del mundo nos estaba esperando!

 

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CAPITULO 12 (Descubriendo el sur)

El verano austral estaba llegando a su fin y el frío no iba a tardar en llegar. Teníamos que darnos prisa hasta llegar a Ushuaia y no congelarnos en el intento.

Esos días, digamos, fueron especiales. Estábamos conociendo la zona más austral de América y cumpliendo un sueño del que veníamos soñando tantos meses atrás. No dejaba de ser otra etapa en el camino pero la sentíamos más representativa que otras, posiblemente porque cumplíamos el ecuador del viaje por Sudamérica.
Mirar atrás y ver que después de tantos kilómetros y aventuras seguíamos juntos, era una sensación muy gratificante.

El panorama que nos encontramos en esa parte de la Patagonia era, simplemente, espectacular. Visitamos el famoso Glaciar Perito Moreno en Calafate, también la ciudad de Puerto Natales y su Parque Nacional Torres del Paine, y la ciudad cosmopolita y comercial de Punta Arenas, bañada por el famoso Estrecho de Magallanes que en su momento convirtió a la ciudad en una de las más importantes de Chile.

Mientras tanto, el viento no daba tregua. Los árboles semi tumbados nos avisaban de las hostilidades de la zona. Era la primera vez en todo el viaje que sufríamos esas bandadas «huracanizadas» que nos lanzaban de lado a lado de la carretera. Ante esas situaciones, Kawa se trasformaba en velero, yo asumía el rol de capitán, y juntos, luchábamos contra el viento como si de un océano se tratara.

El sur también era frío, nada amable para los más calurosos. La feroz masa antártica jugaba con sus reglas y dejaba poco juego al azar. Teníamos suerte porque la época no era ni de las más frías ni más lluviosas, lo que no evito que llegáramos a Ushuaia prácticamente con síntomas de congelación en manos y pies. Para rematar la jugada encontramos un bloqueo de manifestantes al entrar en la ciudad; nos vieron tan mal que finalmente nos dejaron pasar, eso sí, con Kawa apagada y sin hacer mucho ruido. La larga cola de coches y autobuses que habíamos dejado atrás nos miraba con recelo y no hacía falta provocar más de la cuenta.

Con más necesidad de una buena ducha caliente que de cualquier otra cosa, nos encontramos alojados en una casa particular, fruto de un contacto, la cual no gozaba ni de ducha ni de agua caliente. Por no haber, no había ni calefacción, en su lugar, una gran cazuela de agua hirviendo calentaba la habitación con su vapor. Kawa descansaba a la intemperie en el pequeño jardín rodeada de coches destartalados y semi desguazados.
A pesar de todo, fue una experiencia única que muy profundamente agradecimos a nuestro anfitrión.

Pasada la primera noche, llegó el momento de conocer el Parque Nacional de Tierra de Fuego donde recorrimos el último tramo de carretera hasta llegar al punto llamado el “Fin del Mundo”, donde ya no era posible continuar. A unos cientos de kilómetros hacia el sur únicamente se encontraba ya la Antártida.
El Parque nos encantó, hicimos por perdernos entre sus bosques verdes y amplios lagos, poblados de animales en total libertad. Una delicia que en ese momento nos animó a continuar con más ganas todavía.

Aunque la zona nos flipó, llovía y hacía frío. Lo que nos hizo iniciar en pocos días el camino de vuelta hacia el norte, esta vez bordeando la costa atlántica de Argentina.

Decíamos adios al sur, mientras nos preparábamos mentalmente para afrontar las historias que todavía nos deparaba el futuro.

 

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CAPITULO 13 (No es oro todo lo que reluce)

Nos habían avisado que no esperáramos mucho de la costa atlántica argentina, quitando Península Valdés (Patrimonio Mundial por la UNESCO) y sus avistamientos de orcas, ballenas, pingüinos, lobos y elefantes marinos, que protagonizaban cada año un show que sólo la naturaleza podía organizar con tanta perfección.

El resto de la ruta se resumió en monotonía e indiferencia. Desde Río Gallegos, en la Patagonia, hasta Mar de Plata ya en el norte de Argentina, había relativamente poco que ver y visitar a primera vista. Carreteras rectas, pampa a ambos lados, huanacos y vicuñas homicidas, señales que te dejaban claro que las Malvinas eran de Argentina y ciudades mimetizadas en un áspero entorno de colores apagados.
Eso sí, los cerca de 3.000 km de costa atlántica que recorrimos con Kawa nos dejaron tiempo para pensar un poco en todo, analizar lo ya vivido y preparar lo que se nos venía.

“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar…»

Por el camino nos topamos primero con Comodoro Rivadavia, la ciudad más habitada de la provincia de Chubut, que básicamente vivía entorno a la extracción de petróleo. Puerto Madryn fue la siguiente, donde aparte de un huracán de arena que casi nos levanta del suelo, no dió para más durante esas fechas. Lo más interesante en esa ocasión, y a modo anecdótico, fue ver trabajar a un mecánico (muy agradable, por cierto) que por no tener una remachadora cortó con una radial la cadena de Kawa para acortarla y quitarle la holgura que llevábamos arrastrando desde hacía días. Kawa no estaba del todo contenta, pero funcionó. La verdad es que la transmisión estaba muy desgastada y el tensor no daba para más. Después de muchos meses de viaje opinábamos que todos los problemas en esta vida tenían solución, a veces no eran los mejores, pero servían.

Una vez reparada la cadena de Kawa y de cumplir la mitad del trayecto atlántico, continuamos nuestro camino hacia Bahía Blanca, otra ciudad bañada por el mar pero un poco dejada a la madre santa. Nos salvó conocer a un par de argentinos que nos llevaron a conocer una divertida feria que se celebraba anualmente en el puerto. Kawa, en el parking, chuleaba de montura silenciosamente entre todas las 50cc y 125cc que la rodeaban.

La sorpresa la tuvimos al llegar a Mar de Plata, con una bonita y bien cuidada costanera que albergaba hoteles y villas en tierra y surfistas en el mar. La ciudad estaba repleta de gente esos días, muchos porteños (habitantes de Buenos Aires) estaban de vacaciones en la ciudad.

Y finalmente, llegó el día. Conocíamos por fin en persona una ciudad de la que nos habían hablado muchísimo, Buenos Aires, la capital del imperio, imponente, bañada por el Río de la Plata. Fueron días en los que recorrimos la ciudad de punta a punta entre reuniones, asados y búsqueda de piezas para Kawa. Teníamos toda la ciudad para nosotros y quisimos aprovecharla. En nuestro caso y teniendo en cuenta que no sabíamos qué nos depararía la ruta, siempre era bueno anticiparse y recolectar provisiones para posibles necesidades que pudiéramos tener más adelante.

Tres semanas más tarde llegó el momento de tomar rumbo hacia Uruguay con la intención de recorrer y conocer el país durante unos días. La idea, después, era volver de nuevo a Argentina para visitar minuciosamente la zona del norte que habíamos dejado pendiente.

¡Nos vemos en unos días Argentina!

 

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CAPITULO 14 (Bodas de plata)

Después de 6 meses de ruta el cuentakilómetros de Kawa marcaba la bonita cifra de 25.000 Kms. Un momento así necesitaba algo especial. ¿Por qué no un poema para celebrarlo?

Veinticinco mil kilómetros a tu lado recorriendo el mundo,
miles de paisajes vividos juntos.
Experiencias que nos dejan,
savia nueva y oxígeno puro.

Veinticinco mil kilómetros de aventura,
de estar perdidos, confundidos, abatidos.
Instantes de rápido consumo,
amistades fugaces durante el camino.

Veinticinco mil kilómetros de vida, contigo a mi lado,
alegrías y sollozos derramados.
Momentos pletóricos, aire fresco,
momentos platónicos, corazones abiertos.


Veinticinco mil kilómetros para celebrar,
venturosa y dilatada andanza,
que seguiremos viviendo,
hasta que nuestros cuerpos digan “basta”.

 

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CAPITULO 15 (Uruguayilandia)

En el centro-este de Sudamérica se encuentra Uruguay, estado que parece más un testículo colgante de Brasil que un país en sí mismo. Esto último desde un punto de vista geográfico y sin ánimo de ofender, claro! La verdad que el trato recibido durante todo nuestro viaje por estas tierras fue sinceramente inmejorable.

Entramos por la frontera de Fray Bentos y lo que vemos a primera vista nos preocupa. Inundaciones que hacían invisibles a granjas, caminos y praderas. Animales hacinados en las orillas de la carretera como último salvavidas. Incluso me pareció ver a Noé y su arca (esto último fruto probablemente de mi cansancio mental). Sin duda, a primera vista, no era el Parque de Atracciones que nos habían vendido.

Pisamos primero Mercedes, pueblo en alerta, Dolores, otro pueblo junto al río y que, haciendo uso de su nombre, había sufrido unos días antes un “Tutuki Splash” destructivo nunca visto anteriormente. Continuamos encontrándonos carreteras cortadas, maquinaria trabajando a destajo y desvíos hacia caminos secundarios por donde poder continuar. Nos alejamos del desastre y nuestra primera noche la pasamos en Colonia, una bonita ciudad frente al Río de la Plata, con un casco histórico declarado Patrimonio de la Humanidad. Recorrer sus callejuelas, como el “Callejón de los Suspiros” y recrearnos con sus palacetes suntuosos nos hizo cambiar de opinión tras ese día de desastres que habíamos vivido.

Después de unos días disfrutando de la ciudad y sus alrededores, decidimos montarnos en el “Crazy Jump” y aterrizar en Montevideo, capital del país y que Kawa no disfrutó mucho (principalmente por su parking en una de las calles más peligrosas de la ciudad junto a una barriada de dudosa confianza).

Conocemos la ciudad durante un par de días y decidimos continuar hasta Punta del Este, también conocida como la Saint-Tropez de Uruguay. La situación mejora, la ciudad nos regala unas preciosas puestas de sol junto al mar y unas vistas lejanas de nuestra añorada España.

Le tocó el turno a Valizas, un pequeño y sencillo pueblo de pescadores venido a más (o a menos, según cómo lo mires), y transformado en uno de los balnearios rústicos uruguayos más hippies y rebeldes del país. La bohemia y natural Barra de Valizas armoniza un paraíso de tranquilidad y libertad, con una movida nocturna artística y con infinidad de opciones para dormir. Nosotros decidimos alojarnos en una Hippie House Garden Hostel Power, que nos mimoseó durante cinco días con paseos por la playa, comidas en el exterior a base de leña y películas de culto por la noche junto al resto de huéspedes y voluntarios del lugar.

Volviendo al tema de la ruta y tras unos días ya de viaje nos damos cuenta que Uruguayilandia es pequeña, se visita relativamente rápido. Llevábamos recorrido parte de todo el litoral, bordeando la costa de oeste a este, pero queríamos más. Así que decidimos partir el país en dos, de sur a norte, como quien corta un pan en dos. Justo en el centro, junto al lago “Beautiful Fireworks Lake” (el nombre real es Lago Rincón del Bonete), está San Gregorio de Polanco, al que llegamos con dificultades después de una desllantada histórica de Kawa en mitad de un camino de piedras, y que logramos solventar gracias a la ayuda de la familia de los “Siete enanitos guías”, que pronto se organizaron para traer un remolque y llevar a Kawa al taller. Se hacía de noche y entre el mecánico, yo y un grupo de voyeurs alrededor, no lográbamos desencallar la cadena que se había enredado en el piñón. Ya de noche y trabajando con la linterna del móvil, logramos liberar la cadena que estrangulaba a Kawa. Esa noche dio para muy poco más, un hotdog en un puesto ambulante en la plaza del pueblo y una charla futbolística muy profunda junto a uno de mis rescatadores.

Se iban acabando los días en Uruguay y teníamos que ir subiendo en dirección norte para cruzar la frontera de Paysandú y volver a Argentina para llegar hasta Paraguay. Antes, hicimos noche a las afueras de Tacuarembó, en una pequeña comunidad autóctona independiente que nos alojó y nos dio de cenar prácticamente por las gracias. Esos lugares de los que no te irías jamás, y a los que siempre sueñas volver.

En resumen, Uruguay es llana, uniforme, con abundante vegetación y caminos espectaculares para recorrer en moto, de corazón abierta y de carácter mesurado. Algunos sarcásticos dicen que “los uruguayos son argentinos pero con educación”, ¡qué cabrones! Si tuviera que buscar slogans para definir a Uruguay, podrían ser “País de calma”, “Laguna de tranquilidad”, “Calma que te quiero calma”.

Y estas fueron básicamente las dos semanas que Uruguay (Uruguayilandia) nos regaló. ¡Muchas gracias y hasta pronto!

 

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CAPITULO 16 (Punto y seguido)

* 10 horas de la mañana, 13 de abril (Frontera de Paysandú)

Sello pasaporte, hacemos Aduanas y la Señora Argentina nos da de nuevo la bienvenida.

Argentina: ¡Pareja, de nuevo por aquí! ¿Cómo fue por Uruguay?

Yo: Muy bien, nos ha gustado mucho. Y tú, ¿cómo estás? ¿Algo nuevo?

Argentina: Pues yo estoy convaleciente, dice el médico que tengo la inflación por las nubes. Imagínate que ayer compré un paracetamol por 10 pesos y esta mañana valía 100.

Yo: ¡Joder! Lo siento mucho.

Argentina: Yo también lo siento por vosotros. Todo os va a costar más esta vez.

Yo: Mmmm….

Kawa: ¡David!, ¿no estarás pensando bajar la calidad de la gasolina para ahorrar, ¿no?

Yo: No, no, como se me iba a ocurrir eso. Tú eres lo primero.

Kawa: Que nos conocemos… y además ya sabes cómo le sienta de mal a mi carburador ese petróleo sin refinar.

Argentina: Y bueno, contarme… ¿Para donde váis?

Yo: La idea es visitar el norte. Iremos hasta Córdoba y de ahí hacía las provincias de Salta, Jujuy,…

Argentina: ¡Bonita ruta! Sobretodo el último tramo de la Ruta 40.

Kawa: También nos han dicho que la sierra de Córdoba es muy linda.

Argentina: ¡Sí! y La Quebrada de las Conchas en Cafayate, la montaña de los 14 colores en Tilcara, etc. Chicos, de verdad, tenéis una buena ruta. Disfrutarla y me váis contando.

Yo y Kawa: ¡Ok, te iremos mandando whatsapps! ¡Y si necesitamos dinero ya iremos al Banco de la Nación!

Llegamos a Rosario y nos recibe mi amigo alemán Manuel (también viajando con su moto-mujer Suzu). Ambos nos hospedamos en casa de una couchsurfer que nos enseña los mejores rincones de la ciudad. Estamos unos días y continuamos el viaje hacia Córdoba los cuatro juntos (yo, Kawa, Manuel y Suzu).

En Córdoba alternamos la búsqueda de piezas para las motos con reuniones entorno a asados y mate. Esa semana el viaje guarda una sorpresa, me visita unos días Sofía que viene a verme desde Santiago de Chile, dispuesta a montarse en Kawa y recorrer los tres juntos los pueblecitos de la sierra cordobesa: Cumbrecita, Villa General Belgrano, Merlo y San Antonio. Una zona muy bonita repleta de arquitectura alemana y donde algún nazi en su momento escapó para esconderse en este paraíso. (en serio).

Llega el triste día en el que Sofía vuelve a casa y nosotros continuamos el viaje. Toca ir subiendo hacia el norte, destino Catamarca, ciudad de paso. Al día siguiente pisamos tierras de Tucumán, y de ahí saltamos a Salta (valga la redundancia) por el paso Abra del Acay a 4.890m. ¡Increíble ese camino de tierra de la Ruta 40!

El contraste con el resto de Argentina es claro, Tilcara y su población nativa, por ejemplo, tiene más similitudes con un pueblo boliviano que con uno argentino, ya que se encuentra a pocos kilómetros de la frontera boliviana. Paisajes vivos que al mirarlos se vuelven inertes, patrimonio histórico-cultural como ningún otro y gastronomía básica nivel “cada día lo mismo”, en parte por nuestro bajo presupuesto.

Nuestra situación económica arrecia, así que tenemos que recortar los días dirección Paraguay. Antes toca hacer una parada obligatoria para dormir en la ciudad fantasmagórica de Ingeniero Juárez, donde aprovecho para reparar un par de temas a Kawa antes de cruzar la frontera hasta Asunción.

¡Gracias por todo Argentina, recordaremos siempre tu amistad, tu mate y tus grandes asados!
 
Próximamente…Capítulo 17.
 

 

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